HOLA

viernes, 10 de mayo de 2013

Coltán, el origen de las guerras en el Congo.




En la entrada de este video que refleja la dramática situación en la que vive el pueblo africano del Congo, “Coltán, el origen de las guerras en el Congo”, puede leerse “El coltán conocido como el oro gris, por ser ese su color al ser extraído, es un mineral fundamental para la construcción y mantenimiento de centrales nucleares y para fabricar proyectiles perforantes y misiles de largo alcance. También es imprescindible para la industria de los videojuegos y, por supuesto, para los teléfonos móviles de tercera generación, para los que se destina cerca del 60% de la producción mundial. El Gobierno de EE UU, a través del Pentágono, lo ha declarado materia prima estratégica.,”, un comentario que nos parece enormemente esclarecedor respecto de lo descrito y denunciado. 


El expolio de los recursos naturales de esta región, principalmente aquellos minerales nombrados como estratégicos, ejecutado desde los años 60 en medio de una barbarie bélica que ha que ha costado la vida a más de 5 millones de personas y que, además, ha destruido la idiosincrasia de un pueblo que era hasta entonces connatural al medio físico en el que, como señala al inicio de su narración Donato Lwiyando (en Bukabu “donde hacía bueno vivir ... la gente siempre ha vivido de las vacas y de la leche... alrededor había tierra fértil donde se cosechaba mandioca, se cosechaba judías, garbanzos... pero con las guerras...”) se desenvolvía. Terrible.

lunes, 6 de mayo de 2013

El neocolonialismo y sus agentes. Comentario a propósito de "Blanco bueno busca negro pobre. Crítica de la cooperación y las ONG" de Gustau Nerín.


En su libro "Blanco bueno busca negro pobre. Crítica de la cooperación y las ONG", Sabadell 2011, Gustau Nerín denuncia, socarronamente, la ineficacia e irracionalidad del mundo de la cooperación internacional y el papel que desempeñan en el “negocio de la cooperación” numerosas organizaciones supuestamente no gubernamentales, parapetadas tras la farsa de la “ayuda” que presta el Norte rico a África

Se concluye de la lectura de este texto, que tras de los eufemismos cooperación internacional y ONG, acrónimo de Organizaciones No Gubernamentales, se esconden depredadoras políticas neocoloniales diseñadas para ejercer el dominio omnímodo sobre los pueblos de los países a los que según la denominación al uso se conoce como “en vías de desarrollo”; y que la estrategia de aquellas potencias imperialistas consiste en aplicar proyectos y programas utilizando distintos instrumentos, como las ONG, financiados con las aportaciones multimillonarias de Estados –por si mismos o a través de organismo internacionales tipo BM o FMI- y multinacionales, con aspiraciones y capacidades imperialistas (1). 

Nerín que conoce aquella realidad de primera mano, no en vano ha sido investigador, consultor y profesor universitario en África durante más de diez años, constatará con amargura la evidencia: “llevamos cincuenta años de cooperación a gran escala y no ha habido resultados.”. 

La información que proporciona sobre los entresijos del fenómeno cooperación/ONG en África es esclarecedora. Así, para probar la certeza de la ineficacia y el evidente fracaso de las políticas de cooperación, uno de los tantos episodios tragicómicos que desgrana a lo largo del texto, que reproducimos por su valor didáctico, refiere a un grupo de estudiantes de medicina franceses desplazados a Camerún en 2002, que “llegaron con un cargamento de vacunas sin tener en cuenta que en aquel país se pueden comprar sin problema. Pero, en cambio, se olvidaron de prever cómo guardarlas; en Camerún no es fácil encontrar neveras que funcionen, especialmente en las zonas rurales. Al cabo de 48 horas, las vacunas ya estaban en mal estado y se tendrían que haber tirado. Pero los estudiantes no habían venido de tan lejos para nada y decidieron seguir con la vacunación”, así que contra viento y marea, henchidos de orgullo por la gran labor realizada, vacunaron a los pigmeos de Bipindi sin rellenar cartilla de vacunación alguna. “Si hubiesen hecho lo mismo en Francia, los habrían procesado por un delito contra la salud pública”, apostilla. 

Con todo, lo que para Nerín es ineficacia para nosotros es un rasgo consustancial a la condición parasitaria de estas organizaciones de naturaleza estatal. Naturaleza que en el caso español queda evidenciada con la financiación que les aporta el Estado -el 70% de sus ingresos (2)-; y en que, quien paga manda, les marca los proyectos en sus más mínimos expresiones el Ministerio de Asuntos Exteriores, hasta el punto de que en la solicitud de ayuda a la Agencia Española de Cooperación, dependiente de aquél, se les exige detallar la repercusión que el proyecto a desarrollar tendrá en la economía española, “siempre es bueno saber cómo nos ayuda la ayuda...” señala con sutil ironía el profesor Nerín. 

Así pues, aunque el antropólogo a veces presenta a las ONGs como entidades que actúan complementando a los Estados y/o a las instituciones internacionales, sin embargo sus propias palabras -“en buena parte de los proyectos de las ONG son encargos del gobierno. España envía cooperación a los países, con los que ha firmado acuerdos comerciales, de la misma forma que Francia la envía a los países en los que tiene bases militares....” – obliga a definirlas como agentes de los Estados actuando en un contexto de rapiña internacional. 

Aquéllas son enemigas de los pueblos de África, pues su objetivo es crear dependencia político-económica para poder expoliar recursos naturales, obtener beneficios a través de inversiones en infraestructuras, controlar mercados donde vender manufacturas y servicios, tener presencia militar que concedan ventajas estratégicas en el tablero internacional y cualquier otro que redunde en favor de los intereses de aquellas corporaciones. 

En las ONGs destaca el rasgo paternalista, “antirracista”, que subyace tras unos postulados que proyectados a la opinión pública a través de costosas campañas de mercadotecnia, presentan a los africanos como seres inútiles e incapaces a los que solo salva la ayuda que llega del Norte, y que de no ser por ellas, las salvadoras, sucumbirían a la realidad miserable que les tritura. Se reclaman como imprescindibles para el “desarrollo” del continente y, a la vez que explotan la “mala conciencia” del individuo septentrional, engrosan sus cuentas con donativos redentores. 

Otra de las prácticas de estas organizaciones, maridada con la actitud paternalista, es la del etnocentrismo más vulgar. Desprecian la cultura y saberes tradicionales que estén en la base de la cultura ancestral de estos pueblos -sólo se salvan los mercantilizados como suvenires- como por ejemplo la medicina tradicional, y llegando al extremo de proponer como único válido el modelo educativo del Norte, lo que provoca hilaridad con solo observar los resultados de éste en esas latitudes: una juventud desustanciada, banal e irreflexiva. 

Señalará Nerín que muchos africanos viven al margen de la cooperación y que cada vez son más los que adoptan la excelente actitud de huir del victimismo, denunciando y rechazando por denigratorias las dádivas que se les conceden, lo que nos parece un magnifico primer paso en la construcción de sujetos válidos para derrocar a los Estados que les someten y a los que los apuntalan con ayuda diplomática, militar y armamentística, multinacionales depredadoras y proyectos de ONG. 

Concebir y plasmar la Revolución Integral que acerque al continente africano a una vida buena le corresponde protagonizarlo a sus gentes sin depender de injerencias externas salvíficas. La obra de Gustau Nerín contribuye, con gracia, a entenderlo así. 

______________________________________________________ Notas.- 

(1) El viejo concepto relaciones Norte, asimilado a Occidente, Sur, como puede observarse con el paradigmático caso de la agresiva RPCH, empieza a quedarse anticuado por lo que debe matizado e incluir a potencias de otras latitudes. 

(2) Veáse el artículo de El Mundo "Las ONGs claman por su supervivencia", del 25-4-2013, en el que se también se ofrece el dato, estremecedor, de que constituyen nada menos que el 1% del PIB “nacional”.